Para el viajero, siempre es difícil retener el impacto de una visión poderosa cuando viaja. A veces falta tiempo para comprender. Se requiere la delectación lenta de la visita diaria. La memoria suele mezclar ese impacto con otros impactos y otras visiones, y al fnal todo se deja a la responsabilidad de tener que inventarse aquello que se ha visto, aquellos lugares, aquellos momentos y aquellas luces que se han vivido. Inventos que pasan por recuerdos, inventos que terminan por seducir aunque no sean más que imágenes efímeras que ya no existen. María Jesús Marina se ha resistido a ello,ha hecho lo contrario, como viajera lenta que es: ha buscado el tiempo para comprender.Con su pintura, valientemente, ha decidido fjar su mirada en el espacio que la impacta, teñirlo de su propia emoción y preservarlo del olvido para que nada acabe por ser un vago episodio inconcreto. No se comprenden las cosas desde lo inconcreto, hay que tocarlas, hay que mirarlas lentamente, asumirlas como son y como ellas desean ser vistas. Las cosas, los lugares, responden,por tanto, a un intercambio, y todo el arte siempre es un intercambio: lo que existe se ofrece a la mente del artista, que busca conocer y que lucha por encontrar.María Jesús Marina sabe intercambiar perfectamente,sabe ver lo ofrecido y sabe comprender lo que ve. Pero comprender no es modifcar; comprender es interpretar,pasar al otro lado. Y su pintura de viajera lenta, de viajera que se extasía en cada entorno nuevo, es la de quien ha sabido pasar al otro lado de lo que mira.Marina ha creado su peculiar mapa de recuerdos sin concederle nada a la engañosa fantasía. Sus años por Israel, su paso por Oriente Próximo, han dejado en su obra cuadros de una poderosa vitalidad cromática.Pero sobre todo ha conseguido mantener con frmeza ese diálogo con el paisaje elegido o con la escena vivida. Ha sabido entender. Ha logrado interpretar los sentimientos de lugares de Tel Aviv, del Mar Muerto,de las calles de ciudades milenarias; ha interpretado una luz que pertenece a los siglos, un cielo plagado de historias que se acumulan, una tierra que duele y que emociona. Hay muchos sentimientos encontrados, por ejemplo, cuando se enfrenta al reto de comprende runa ciudad como Jerusalén (como demuestra en su admirable díptico sobre Jerusalén) y de intuir su oscura y profunda verdad. Es el reto de una artista que no teme ser herida por lo que ve, que lo mira de frente y con una enorme delicadeza hasta llegar a entender el lenguaje de la realidad; una artista que se deja impregnar por lo otro con inocencia, pero guardándose en la manga el as de la furia. Tampoco elude Marina, en su detallado trabajo de la luz, lento y minucioso, imprimir la huella de su sensibilidad por todo lo que palpita, ya sea piedra,mar o historia. Estos cuadros de María Jesús Marina son fruto de ese diálogo y de esa conquista por comprende rlo que hablan los lugares y los seres que los habitan. Y son también, qué duda cabe, el trabajo sistemático po rfjarlo como verdad, ya para siempre, en esa extensión de su memoria que es su pintura selectiva ..ADOLFO GARCÍA ORTEGA .LA PINTURA DE MARÍA JESÚS MARINA